Fisioterapia en el desgarro muscular, qué es y cuales son sus causas y tratamiento


Fisioterapia en el desgarro muscular, qué es y cuales son sus causas y tratamiento

Son lesiones muy específicas del deporte, cuyas causas todavía son poco conocidas. El propio músculo es el que produce el traumatismo. 

Causa desencadenante del desgarro muscular 

La causa desencadenante es imprecisa, al menos en sus mecanismos íntimos. La disfunción neuromuscular puede deberse a un conjunto de factores más o menos relacionados; trastorno iónico, histoquímico, metabólico o incluso genético (fragilidad muscular constitucional). 

El músculo puede verse solicitado más allá de sus posibilidades del momento: velocidad o amplitud del movimiento mal controlada; contracción mal situada en el tiempo; movimiento mal coordinado. En ese caso, se trata más bien de una lesión por estiramiento. El factor desencadenante puede ser un impulso o una recepción de salto; una aceleración o desaceleración brusca; un tiro de balón violento, o un cambio de dirección demasiado brusco. En ese caso, se trata más bien de una lesión derivada de la propia contracción. 

 
Factores favorecedores 

Junto a estas causas, muchas veces mal delimitadas, se conoce un cierto número de factores favorecedores que permiten una prevención eficaz, ya sean de tipo técnico, individual, higienicodietético o médico (v. cap. de tratamiento). 

Localizaciones más frecuentes 

Son los miembros inferiores, sobre todo los músculos fisiológica y biomecánicamente expuestos (músculos poliarticulares, largos, carnosos, con tendones cortos). Así ocurre con los cuádriceps (sobre todo el recto anterior) y sus antagonistas: los isquiotibiales, los aductores (su papel de estabilizador los expone más bien a lesiones crónicas en su inserción alta) y, finalmente, el tríceps sural, sobre todo, las afectaciones del gemelo interno. La afectación de los isquiotibiales parece ser la más frecuente. De hecho, las localizaciones varían según los grupos de deportistas estudiados. 

Tipos de lesión 

En realidad, los distintos tipos de lesión sólo son grados crecientes de un mismo fenómeno (clasificación de Andrivet). 

 *El calambre es una contracción global, brusca y poderosa de un músculo, no voluntaria y resolutiva. Aparece sobre todo en casos de trabajo local excesivo, cualquiera sea su causa (mecánica, circulatoria), o durante los trastornos metabólicos e iónicos. 

*La contractura es una simple agujeta exagerada, con tetanización del músculo no resolutiva. *La elongación es un estado derivado del excesivo estiramiento del músculo, que ha superado sus límites de elasticidad. Estos tres tipos no implican, a priori, una afectación anatómica, y las lesiones podrían deberse a trastornos iónicos o histoquímicos (al menos para los dos primeros). Sin embargo, la falta de confirmación anatomopatológica de la integridad de la fibra muscular hace que la distinción entre estas lesiones de orden «fisiológico» y las lesiones anatómicas mínimas sea difícil de realizar. 

*La distensión establece una solución de continuidad en un pequeño número de miofibrillas, con reacciones vasculares locales moderadas. Esta lesión puede ubicarse en plena zona miofibrilar o en la zona mioaponeurótica. 

 *El desgarro constituye la expresión mayor de la distensión, con afectación de un gran número de miofibrillas. Se trata de un estado «de seudofractura». De hecho, la distinción entre «gran distensión» y «pequeño desgarro» es muy dificil de establecer. Los temas importantes a determinar son, en primer lugar, si existe o no lesión anatómica, la importancia de la misma, el volumen de la hemorragia y, sobre todo, su situación (superficial, intramuscular profunda o intersticial). Por último, habrá que tener en cuenta las roturas aponeuróticas asociadas, a veces importantes. 

 *La rotura parcial es un desgarro importante. Si es total, tiene su entidad mecánica. En efecto, es una verdadera «fractura muscular», con hematoma significativo entre los dos extremos retraídos. Los fragmentos pueden no tener ninguna tendencia a restablecer la continuidad tras la cicatrización. 

Esta clasificación, por práctica que sea, es imprecisa, dado que se basa esencialmente en la clínica. De hecho, el terapeuta se plantea esencialmente el problema de saber si se ha producido lesión anatómica o una simple alteración metabólica. Este diagnóstico lesional es esencial y se basa en argumentos clínicos (y el territorio de la elongación parece ser el cuadro límite) y, sobre todo, ecográficos. 

En efecto, ciertas trampas clínicas deben conocerse, por ejemplo la rotura progresiva del recto anterior y de los aductores. Desde el punto de vista de la frecuencia de estas lesiones internas, parece haber (según las estadísticas de Barbier y las de Donnezan) una distribución mensual especial, con picos máximos en marzo‑abril y noviembre‑diciembre en Europa. Por último, según las poblaciones deportivas estudiadas, estas estadísticas muestran que la distensión es la lesión más habitual y que los isquiotibiales son el grupo muscular que se ve afectado más a menudo. 

Estudio clínico, exploraciones complementarias, evolución y diagnóstico 

Clínica Contusión 

Cuando es benigna, es la consecuencia de un choque leve; el dolor es moderado, con frecuencia tardío y permite continuar el esfuerzo y la marcha sin dolor; su evolución con tratamiento es favorable. Si la contusión es más fuerte, provoca un dolor marcado, la detención del esfuerzo y cojera al marchar. La palpación es muy dolorosa y la evolución puede a veces dar lugar a la aparición de un hematoma, una calcificación, o incluso una osificación si se ve afectado el periostio. 

*A nivel del cuádriceps, la importancia de las lesiones se juzga por el perímetro del muslo y, sobre todo, por la importancia de la limitación de la flexión activa y pasiva de la rodilla. Una lesión benigna permite una flexión superior a los 90°; una lesión de gravedad media, de 45‑90°, y una lesión grave sólo permite una flexión inferior a los 45°. 

*En el tríceps sural, la impotencia funcional suele estar marcada por dolores a veces violentos. La flexión dorsal del tobillo está muy limitada y es dolorosa. Unos días más tarde, aparece una equimosis que puede descender por el canal tarsiano y provocar compresión de los elementos vasculonerviosos (síndrome canalicular). Finalmente, la colección sanguínea, a veces importante, puede provocar compresión arterial y/o venosa, con disminución del calor local del pie y un gran edema de la pierna y el pie (síndrome compartimental agudo). La búsqueda de signos de flebitis debe ser constante durante toda la evolución. 

*En las masas lumbares, la contusión puede provocar lumbalgias de tipo muscular. *La contusión. del deltoides puede dar lugar a un cuadro de hombro doloroso simple o seudoparalítico, o incluso a un hombro congelado. La contusión muscular puede acompañarse de compresión nerviosa, que habrá que interpretar. Aparte de esta eventualidad, tras un traumatismo muscular violento se observa a veces un estado seudoparalítico «de apoplejía muscular». 

Contractura 

Provoca molestia muscular, a veces tardía, que permite continuar el esfuerzo, pero a intensidad subtotal. Durante la exploración, se observa un músculo tónico y doloroso a la palpación, y muchas veces durante el estiramiento pasivo y la tensión isométrica. 

Elongación 

Produce un dolor más o menos fuerte, que permite la continuación dolorosa de un esfuerzo de pequeña intensidad, lo que provoca en ocasiones lesiones más graves. La contracción isométrica y el estiramiento resultan dolorosos. A la palpación se aprecia una banda muscular tónica y dolorosa, sin que existan puntos dolorosos agudos. 

Distensión 

Durante un impulso, un arranque o un cambio de ritmo, aparece un dolor semejante a una puñalada que provoca la inmediata detención del esfuerzo y una imposibilidad más o menos marcada para la marcha. 

Distensión de los músculos de la región posterior del muslo (isquiotibiales) 

Es muy frecuente en los velocistas, los saltadores y los futbolistas. El diagnóstico suele hacerse escuchando al lesionado, ya que siempre existe un movimiento concreto (a los 90 m de una carrera de 100 m, durante un esfuerzo de salto o en un empalme de volea). La lesión puede producirse por la contracción concéntrica del músculo o durante una violenta y potente contracción del cuádriceps (función antagonista y de frenado de los isquiotibiales). 

 «Distensión» del gemelo interno 

También denominada tennis leg, esta lesión se caracteriza por una solución de continuidad anatómica en el seno de la masa carnosa de las fibras o en su inserción. El hematoma perilesional y los fenótnenos inflamatorios, evocadores de una flebitis sural, suelen ser importantes. Durante el interrogatorio se encuentra una sensación de estiramiento violento del músculo (caída hacia delante durante la práctica del esquí, quedando el pie bloqueado) o bien una contracción violenta (carrera, salto, arrancada en el tenis). El dolor suele ser intenso y el lesionado piensa a veces que una pelota o una piedra han golpeado su pantorrilla (tenis). 

La marcha es especial porque el pie ya no puede evolucionar sobre el suelo. El sujeto encuentra a veces un gesto de compensación antiálgica: pie equino, rodilla flexionada, evolución del paso, pie en rotación externa. La inflamación de la pantorrilla, por lo general importante (medir comparativamente con la contralateral), se acompaña en ocasiones de edema del pie y del tobillo. 

La exploración muestra dorsiflexión del tobillo, dolorosa y limitada. La contracción isométrica con la pierna extendida también es dolorosa y a la palpación se aprecia una zona dolorosa bastante extensa a la altura del gemelo interno o sobre su inserción inferior. 

Por regla general 

En la distensión muscular, el estiramiento pasivo del músculo es muy doloroso (extensión con la pierna tensa para los isquiotibiales), así como la contracción isométrica, que a veces resulta imposible. A la palpación, se aprecia un músculo contracturado, doloroso en su conjunto, pero con un punto de dolor intenso. La palpación experta permite a veces apreciar la gravedad de la lesión. 

Si ésta es superficial o intersticial, aparece una equimosis unos días más tarde en el punto crítico o a distancia del mismo. Este signo confirma el diagnóstico de lesión anatómica y es un elemento de buen pronóstico, ya que indica que el hematoma se difunde. Por el contrario, en caso de lesión intramuscular profunda, el hematoma se difunde poco o nada, no existe equimosis y la evolución puede orientarse hacia la organización de esta colección. 

Sucede que la sintomatología puede ser mucho menos manifiesta, sobre todo si la distensión es mínima y en pleno cuerpo muscular. En ese caso, la impotencia puede aparecer de forma secundaria. Asimismo, si la lesión se localiza en un músculo perteneciente a un grupo muscular agonista extendido, numerosas suplencias enmascararán la distensión (p. ej. en el tercio superior del recto anterior). Debe tenerse en cuenta que, en una situación anatómica inversa, el dolor y el trastorno funcional de una elongación pueden ser muy importantes, haciendo pensar en una distensión. 

Finalmente, la lesión de los isquiotibiales suele ser profunda (porción corta del bíceps, semimembranoso), lo que hace difícil valorar la importancia de la lesión mediante palpación.

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