Cuando el señor Blesa se suicidó surgieron muchos comentarios, como era de rigor, y casi todos coincidían en la presión que la sociedad ejercía sobre él.
Era cierto que el hombre era vituperado en cuanto salía a la calle y se le reconocía. Tambien las amistades de los tiempos gloriosos se fueron distanciando. Se decía que iba corto de medios económicos y dependía de su familia.
Es posible que hubiera verdad en todo ello, aun así, nunca creí que todo ello fuera suficiente para hacer decaer a un hombre adicto a la caza mayor, a realizar operaciones financieras de alto riesgo, gestionar con total libertad una caja tan poderosa.
Este ha sido un suicidio profundamente meditado, calculado como si estuviera preparando una caceria. La presa era todo el entorno mediatico en el que estaba envuelto.
Y con el mismo fusil que ya había usado en sus cacerias, se cazó él.
Con ello quedó liberado de la justicia, los bienes que tenía a buen recaudo quedaban a disposición de sus herederos, solo restaba pagar los impuestos si los había.
El hombre tenía 70 años y su futuro era quedar atado de pies y manos. Su suicidio le liberó solo unos pocos años antes de que la muerte se hiciera cargo de él por acción natural.