El planeador que nunca se usó


El planeador que nunca se usó

El planeador que nunca se usó

Seguramente recuerdes la película más importante del cine bélico, La gran evasión su título original The great escape de 1963. En esta película se cuenta con bastante fidelidad histórica los hechos que ocurrieron en Stalag Luft III, uno de los campos de concentración situado cerca de Sagan, hoy en día Zagan en Polonia. Por aquel entonces del campo se fugaron unos 76 prisioneros, sólo 3 de los fugitivos pudieron llegar a territorio aliado. 50 de los capturados fueron ejecutados por el mismísimo Hitler saltándose de esta forma todos los acuerdos que se acordaron en la Convención de Ginebra. En esta situación, el alto mando de los aliados ordenó a los prisioneros que dejaran de intentar de huir.

El ejército del Reich creía que tenía un campo de concentración del cual era imposible escapar, por lo que a él se trasladaron a los prisioneros que más veces habían intentado escapar, a éste se le conocía como Oflag IV-C situado muy cerca del Castillo de Colditz, en una pequeña ciudad de Sajonia.

La convención de Ginebra

Durante toda  la Segunda Guerra Mundial  los militares que fueron capturados por el enemigo  les fue aplicada la Convención de Ginebra, se trata de un acuerdo firmado por los contendientes, la en cual  acordaron que los prisioneros no fueran torturados ni maltratados. Debido a esta convención se llegó a un punto en el que proliferaban por toda Europa los campos de concentración para los militares.

Por los datos que se pueden disponer de los hechos acontecidos durante la Guerra se sabe que se capturaron prisioneros por  varios cientos de miles de soldados por ambos bandos y casi todos ellos  acabaron en estos campos de concentración. Estos campos, al contrario que los campos de exterminio que los controlaba las SS y la Gestapo, estaban controlados por el ejército,

En los campos de concentración para militares la situación de los prisioneros no es que fuera precisamente cómoda. Porque en la mayoría de ellos solo se les alimentaba con lo justo para mantenerlos con vida. A este tipo de prisioneros se les daba la posibilidad de organizar obras de teatro o la de practicar algún deporte. Otra de las libertades que tenían los militares a diferencia de los civiles era la de ir vestidos con los uniformes de su  ejército, al que pertenecían y totalmente identificados como militares.

Entre otros lujos que se les permitía era el del intercambio de correos con su correspondiente  familia de cada prisionero. Luego estaba la Cruz Roja, que repartía alimentos entre los prisioneros, de los cuales muchos de estos alimentos se iban perdían por el camino debido a que pasaban por diferentes manos.

El mayor problema que tenían los carceleros era que los prisioneros siempre intentaban fugarse a la más mínima oportunidad que veían. De este modo se vieron obligados a invertir más recursos en vigilarlos y en mejorar de forma progresiva las instalaciones de los campos de concentración.

El Castillo de Colditz, la prisión casi perfecta

De estaforma el Castillo de Colditz se transformó en una prisión de alta seguridad para los militares aliados. El mayor de los problemas es que al tener en el mismo recinto a los mejores expertos en fugas, el Castillo de Colditz se convirtió en una pesadilla más de la que se pudieron llegar a reconocer hasta 31 fugas.

De estas fugas, 16 salieron directamente del castillo, mientras que las otras 15 se fugaron durante el trayecto hacia el castillo de Colditz. En las fugas fueron utilizados los métodos tan típicos como pueden ser el de descolgarse de una ventana con unas sábanas entrelazadas entre sí, creando una especie de cuerda por la que descender. Otros directamente se escondían en algún recoveco del castillo y esperaban al cambio de guardia para más tarde salir vestidos con uniforme nazi mezclados entre los auténticos militares.

Durante esos años los militares prisioneros del Castillo probaron casi todo tipo de posibles soluciones, las cuales incluso hoy en día serían imaginables. Los túneles recorrían la montaña sobre la que se situaba el castillo.

La imaginación de estos soldados llegó a límites insospechados. Llegando de esta forma a fabricar cabezas hechas con arcilla de tamaño natural, de esta forma las dejaban en la cama, simulando que dormían, de esta forma, los fugados engañaban a los soldados que hacían elrecuento de prisioneros. Por lo que los carceleros no se daban cuenta de la falta de prisioneros y estos tenían más tiempo para fugarse antes de que se le pudiera dar a la alarma.

De los múltiples y variopintos intentos de fuga, el plan más preparado, sin duda, fue el de los pilotos de la RAF Jack Best y Bill Goldfinch. Los cuales decidieron fabricar un planeador con el que escapar volando desde el tejado del castillo.

El planeador de Colditz

Ya hemos hablado de que el Castillo de Colditz era más parecido a un queso gruyere con soldados intentando huir de una plácida cárcel en la que no se fugaba nadie, porque era técnicamente casi imposible. Los pilotos de la RAF fabricaron un planeador rc con el que huirían estas dos personas montadas en él.

Por los cálculos que tuvieron que realizar llegaron a la conclusión de que el artefacto tendría que medir unos 9,75 metros de envergadura y unos seis metros de largo. Por el  tamaño no debería de ser fácil de esconder, pero el ingenio de los estos pilotos lo hizo posible. Al no disponer de un motor el planeador tendría que salir a volar desde un punto alto del castillo, de esta forma para poder ir planeando hasta llegar bien lejos. Decidieron salir desde  el techo de la capilla del castillo, que se situaba a 60 metros del suelo y no estaba muy vigilado.

En la capilla del castillo construyeron una falsa pared, en la que escondieron el artefacto mientras lo montaban y los ingenieros que estaban reclusos le dieron el visto bueno.

Para alzar el vuelo del planeador idearon una catapulta, la huida estaba prevista para el verano de 1945, pero por suerte para ellos el castillo fue liberado por el ejército aliado el 16 de abril y no tuvieron que correr con el consiguiente riesgo del vuelo y el de ser capturados y fusilados por el ejército alemán.

La fuga más disparatada de Colditz, el planeador que nunca llegó a usarseSeguramente recuerdes la película más importante del cine bélico, La gran evasión su título original The great escape de 1963. En esta película se cuenta con bastante fidelidad histórica los hechos que ocurrieron en Stalag Luft III, uno de los campos de concentración situado cerca de Sagan, hoy en día Zagan en Polonia. Por aquel entonces del campo se fugaron unos 76 prisioneros, sólo 3 de los fugitivos pudieron llegar a territorio aliado. 50 de los capturados fueron ejecutados por el mismísimo Hitler saltándose de esta forma todos los acuerdos que se acordaron en la Convención de Ginebra. En esta situación, el alto mando de los aliados ordenó a los prisioneros que dejaran de intentar de huir.El ejército del Reich creía que tenía un campo de concentración del cual era imposible escapar, por lo que a él se trasladaron a los prisioneros que más veces habían intentado escapar, a éste se le conocía como Oflag IV-C situado muy cerca del Castillo de Colditz, en una pequeña ciudad de Sajonia.La convención de GinebraDurante toda  la Segunda Guerra Mundial  los militares que fueron capturados por el enemigo  les fue aplicada la Convención de Ginebra, se trata de un acuerdo firmado por los contendientes, la en cual  acordaron que los prisioneros no fueran torturados ni maltratados. Debido a esta convención se llegó a un punto en el que proliferaban por toda Europa los campos de concentración para los militares. Por los datos que se pueden disponer de los hechos acontecidos durante la Guerra se sabe que se capturaron prisioneros por  varios cientos de miles de soldados por ambos bandos y casi todos ellos  acabaron en estos campos de concentración. Estos campos, al contrario que los campos de exterminio que los controlaba las SS y la Gestapo, estaban controlados por el ejército, En los campos de concentración para militares la situación de los prisioneros no es que fuera precisamente cómoda. Porque en la mayoría de ellos solo se les alimentaba con lo justo para mantenerlos con vida. A este tipo de prisioneros se les daba la posibilidad de organizar obras de teatro o la de practicar algún deporte. Otra de las libertades que tenían los militares a diferencia de los civiles era la de ir vestidos con los uniformes de su  ejército, al que pertenecían y totalmente identificados como militares.Entre otros lujos que se les permitía era el del intercambio de correos con su correspondiente  familia de cada prisionero. Luego estaba la Cruz Roja, que repartía alimentos entre los prisioneros, de los cuales muchos de estos alimentos se iban perdían por el camino debido a que pasaban por diferentes manos.El mayor problema que tenían los carceleros era que los prisioneros siempre intentaban fugarse a la más mínima oportunidad que veían. De este modo se vieron obligados a invertir más recursos en vigilarlos y en mejorar de forma progresiva las instalaciones de los campos de concentración.
El Castillo de Colditz, la prisión casi perfectaDe estaforma el Castillo de Colditz se transformó en una prisión de alta seguridad para los militares aliados. El mayor de los problemas es que al tener en el mismo recinto a los mejores expertos en fugas, el Castillo de Colditz se convirtió en una pesadilla más de la que se pudieron llegar a reconocer hasta 31 fugas.De estas fugas, 16 salieron directamente del castillo, mientras que las otras 15 se fugaron durante el trayecto hacia el castillo de Colditz. En las fugas fueron utilizados los métodos tan típicos como pueden ser el de descolgarse de una ventana con unas sábanas entrelazadas entre sí, creando una especie de cuerda por la que descender. Otros directamente se escondían en algún recoveco del castillo y esperaban al cambio de guardia para más tarde salir vestidos con uniforme nazi mezclados entre los auténticos militares.Durante esos años los militares prisioneros del Castillo probaron casi todo tipo de posibles soluciones, las cuales incluso hoy en día serían imaginables. Los túneles recorrían la montaña sobre la que se situaba el castillo.La imaginación de estos soldados llegó a límites insospechados. Llegando de esta forma a fabricar cabezas hechas con arcilla de tamaño natural, de esta forma las dejaban en la cama, simulando que dormían, de esta forma, los fugados engañaban a los soldados que hacían elrecuento de prisioneros. Por lo que los carceleros no se daban cuenta de la falta de prisioneros y estos tenían más tiempo para fugarse antes de que se le pudiera dar a la alarma.De los múltiples y variopintos intentos de fuga, el plan más preparado, sin duda, fue el de los pilotos de la RAF Jack Best y Bill Goldfinch. Los cuales decidieron fabricar un planeador con el que escapar volando desde el tejado del castillo.El planeador de ColditzYa hemos hablado de que el Castillo de Colditz era más parecido a un queso gruyere con soldados intentando huir de una plácida cárcel en la que no se fugaba nadie porque era técnicamente casi imposible. Los pilotos de la RAF fabricaron un planeador rc con el que huirían estas dos personas montadas en él.Por los cálculos que tuvieron que realizar llegaron a la conclusión de que el artefacto tendría que medir unos 9,75 metros de envergadura y unos seis metros de largo. Por el  tamaño no debería de ser fácil de esconder, pero el ingenio de los estos pilotos lo hizo posible. Al no disponer de un motor el planeador tendría que salir a volar desde un punto alto del castillo, de esta forma para poder ir planeando hasta llegar bien lejos. Decidieron salir desde  el techo de la capilla del castillo, que se situaba a 60 metros del suelo y no estaba muy vigilado.En la capilla del castillo construyeron una falsa pared, en la que escondieron el artefacto mientras lo montaban y los ingenieros que estaban reclusos le dieron el visto bueno.Para alzar el vuelo del planeador idearon una catapulta, la huida estaba prevista para el verano de 1945, pero por suerte para ellos el castillo fue liberado por el ejército aliado el 16 de abril y no tuvieron que correr con el consiguiente riesgo del vuelo y el de ser capturados y fusilados por el ejército alemán.

Juan Ignacio PerezEl planeador que nunca se usó


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